A mí el dolor me prometió esa obra
imposible de escribir con mis recursos.
Junté así todas las palabras.
Y trabajé en la noche. Presagié más brillo.
A día de hoy, aquel libro es casi un espejismo.
Tarde o temprano veré si esa promesa
surgió de un tiempo idealizado.
O si era solo que la noche
pretendía compensarme con palabras
más grandes que el nombre del olvido.
Lo cierto es que no espero
que vengan ya unos versos a probarme
que la vida puede ser tan bella como el arte.
Asumo ahora que los difíciles poemas
que ayer le prometí al destino,
no podré escribirlos mientras viva
soñando que unos versos valen tanto
como la vida misma.
Ana Moreno
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El interruptor 
Pedro, no he tenido tiempo de releer el correo que enviaste para colaborar. Total, que cuando accedí me salió por defecto tu cuenta de usuario. Espero no te haya importado el atrevimiento, ya viste que puse mi nombre propio, ese que el azar materno me confió con alguna intención oculta. Espero que el poema no desentone mucho con el resto de la página. Ya me dirás…
Abrazos.
D.
Me alegra tu colaboración, Diego. Te dejo los pasos en un mail para que te registres y aparezcas en la lista.
Para mí, el poema pone en liza, en la balanza más bien, si la vida tiene más sentido que el arte o si es que realmente tiene sentido sin el arte. Es un viejo dilema, igual que si el arte ha de confundirse con la vida. Porque en la vida, la realidad se mira en el arte y no el arte en la vida. Si uno es el poeta, ambos misterios son una misma cosa. El poema o nada. En definitiva, no puede ser más oportuno en estos meses de verano, cuando los blogs cierran por vacaciones sin entender que aunque el verano devore a los poetas, su muerte sólo será el fin desde el principio para entender nuestra perra existencia estacionaria. Saludos.